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Buda en la empresa

Yo, que ya peino canas, recuerdo que, de niño, Buda no era más que la figura de un tipo gordete y feliz en los restaurantes asiáticos. Pero es una realidad que en los últimos años esta religión, filosofía o forma de entender la vida (como cada cual quiera llamarlo) se ha hecho un hueco en el mundo occidental. Y, por supuesto, las empresas no son una excepción, ya que, poco a poco, van integrando términos como zen, gestión de la felicidad o equilibrio dentro de su vocabulario.
El budismo está sostenido en cuatro “verdades nobles”:
1. Toda existencia es sufrimiento.
2. Todo sufrimiento tiene una causa.
3. Extinguiendo la causa, el sufrimiento se puede extinguir.
4. Para extinguir la causa, se debe pasar por el “noble camino óctuple”.
Y es en este cuarto punto donde nos detendremos. Según la filosofía budista, aceptando y practicando estas ocho leyes o caminos, el hombre se iluminará y desterrará el sufrimiento de su vida. ¿Y si intentamos aplicarlas al mundo empresarial? Quizá tengamos empresas iluminadas…

1. Visión correcta.

Se refiere a la necesidad de comprender profundamente las “cuatro Nobles Verdades”.
Y en este sentido cuanto más clara sea la visión de nuestra empresa y, por ende, su misión y valores, menos sufrimiento soportaremos. Una misión y visión claras, reales (y no escritas al azar para adornar nuestra página web) y compartidas con todos los que formen la empresa, sin duda fortalecerá las raíces, el engagement y, por último, los resultados de la organización.

2. Pensamiento o intención correcta.

Supone renunciar a actitudes egoístas que desembocan en más sufrimiento.
¿Qué pasaría si, en nuestros trabajos, dejásemos de pensar únicamente en nosotros y nuestro beneficio y empezásemos a colaborar (colaborar de verdad) los unos con los otros? ¿Qué pasaría si nuestro jefe, fuese además, nuestro líder? Envidias, tratos inequitativos, sueldos dispares entre iguales… una organización más llana, más equitativa, más justa que podría subir la motivación de los empleados, su implicación y, en consecuencia, su rendimiento.

3. Darse cuenta de la importancia de lo que decimos.

En nosotros mismos, en nuestro entorno y en la sociedad en la que vivamos. El budismo aboga por abstenerse de mentir, de calumniar y difamar, de hablar de forma irrespetuosa o frívola, etc. “La pluma tiene más poder que la espada”, dice el refrán.
Comunicación, comunicación y comunicación. Y luego, más comunicación transparente. Es extremadamente difícil que una persona haga lo que esperas si no sabe qué esperas de ella. Es extremadamente difícil que una persona esté satisfecha si no cumples las promesas que le has hecho. ¿Queremos implantar una nueva estrategia? Mejor que la conozca todo el mundo, junto a sus tareas e incluso las razones del cambio. La comunicación es, o debería ser, la base fundamental del liderazgo.

4. Acción correcta.

Si en el punto anterior nos centrábamos en el habla, en éste nos detendremos en la actuación individual. Dicho en otras palabras, “actúa correctamente y en beneficio del prójimo”.
Cuando me compré mi primer (y hasta la fecha, único) coche, la cosa fue rápida. Elegí modelo, elegí concesionario, elegí extras y negocié precio. Todo quedó claro en menos de una hora, y el entendimiento con el comercial fue exquisito. ¿Por qué cuento todo esto? Porque me aplazaron la entrega hasta en siete ocasiones, perjudicándome laboralmente. Me explicaron muy amablemente los motivos, se disculparon y en cada ocasión me prometieron que no volvería a pasar. ¿Conclusión? No volveré a ese concesionario.
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5. Modo de vida correcto.

Con este término, el budismo considera que las personas deben evitar trabajos u ocupaciones que impliquen daño, engaños o hacer mal a un tercero.
Cada vez es más importante esta idea en el mundo empresarial, por iniciativa propia y por presión popular. La conocemos con 3 letras: RSC, es decir, Responsabilidad Social Corporativa. Ya no es suficiente con tener el mejor producto, el mejor precio o la mejor atención al consumidor. Ahora la sociedad demanda que, además de todo eso (que se da por supuesto), se haga de una manera responsable, ética y sostenible. La penalización, si no se tienen en cuenta estos aspectos, puede ser importante, y si no, recordad el caso de Nestlé con su leche en polvo en África o el ruido que se generó en torno a Nike y la explotación de mano de obra infantil en Asia.

6. El esfuerzo correcto.

Es la necesidad de estar física, mental, espiritual e, incluso, estéticamente activo. Se trata de ejercer un esfuerzo continuo pero relajado (“esfuerzo sin esfuerzo”, como suelen decir) para ser consciente de todo lo que ocurre en nuestro interior.
Renovarse o morir. Fluir. Adaptarse a las necesidades del consumidor. Estar atentos a los cambios del mercado. ¿Os suena? El mercado actual difiere profundamente del mercado de hace cincuenta años, no sólo en lo referente a tendencias, gustos y formas del consumidor, sino también en la rapidez con la que se produce el cambio. Uno de los ejemplos más claros lo podemos encontrar en el mercado musical y la forma en la que ha cambiado. ¿Cuánto ha bajado la compra de álbumes físicos o digitales? iTunes y los artistas, desde hace tiempo, venden “canciones sueltas”.

7. La atención correcta.

Se trata de fijarse bien en lo que está ocurriendo en este preciso momento, en aquí y ahora, en vez de aferrarse a pensamientos del pasado o a fantasear sobre un futuro incierto.
Aquí y ahora. Parece sencillo, ¿verdad? Te reto a que estés veinte segundos, tan sólo veinte, en el momento actual, sin que ni un pensamiento cruce tu mente, sin que la invada el pasado o el futuro. ¿Lo trasladamos a la empresa? Sin duda la planificación es esencial. Marcar un rumbo a 3 ó 5 años nos ayudará a visualizar la ruta que hemos de tomar, pero si nos olvidamos de la táctica, del día a día, puede que nos perdamos entre sueños e ilusiones. De nada sirve llevar un mapa si no miramos el camino por el que transitamos.

8. Concentración correcta.

Con este estado mental seremos capaces de centrar toda nuestra atención en cualquier objeto que escojamos y, sin ella, cualquier comprensión que tengamos será superficial y poco eficaz.
Muchas veces estamos saturados de tareas tan diferentes entre sí que nos colapsan. Estar sumamente ocupado, trabajar jornadas de doce o catorce horas está bien visto, da “caché”, pero esta práctica puede suponer una mala gestión del tiempo, una falta de especialización y un rendimiento insuficiente. El refranero español lo explica con el conocido “quien mucho abarca poco aprieta”.
 
En definitiva ocho reglas básicas del budismo aplicables a la empresa y a las personas. Ocho ideas en las que pensar para aumentar nuestro rendimiento. El principio más básico del budismo trata de erradicar el sufrimiento para vivir una vida plena y feliz. Cada día tienes una nueva oportunidad para cambiar las cosas, ser más productivo y, sobre todo, ser feliz.